ASESINATOS EN OSLO

El hombre joven sacó su documentación y la presentó en la puerta de embarque del aeropuerto de El Prat, en Barcelona.

Iba vestido con una camiseta de manga corta, una cazadora de cuero y pantalones tejanos. Sus cabellos eran largos y finos, sueltos en su media melena que le caía sobre los hombros. Su aspecto delgado le hacía pasar por una persona normal, como otra cualquiera de los cientos que en ese momento circulaban por el mismo aeropuerto.

Tras su documento nacional de identidad apareción una placa de policía, la cual hizo ponerse firmes al guardia civil encargado del control de identidad. Rápidamente el hombre le hizo un gesto para que siguiera efectuando su trabajo con normalidad, lo que hizo aliviar la tensión del controlador.

El comisario se llamaba Carles Ruf, era hijo de padre noruego y madre chilena. Su pade era un importante hombre de negocios que desde hacía muchos años había preferido venir a España para continuar con el ejercicio de los mismos, pues a parte de que su mujer era chilena, él también prefería el clima del sur de Europa, los salarios eran mucho más bajos que en su país y las condiciones eran inmejorables sin competencia, en aquel momento, en su parcela.

El comisario hablaba perfectamente catalán, pues había nacido en Barcelona, castellano, noruego, que su padre se preocupó de enseñarle, además de inglés. Tenía unos treinta y cinco años y era la envidia de sus colegas de profesión, por su olfato e instinto para resolver los casos más dificiles, siendo el comisario más joven de su generación en el cuerpo.

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