ASESINATOS EN OSLO IV

Cuando los policías entraron en piso de aquel hombre rubio, que yacía sobre la cama con una mirada de terror en sus ojos inertes, se encontraron todo en perfecto orden. No había rastros de violencia, ni de lucha, siquiera de haber sido registado el piso en busca de alguna pertenencia o con el propósito de robar.

Solamente había una cosa que se salía de lo normal. Escrito sobre el cabecero de la cama, con lo que parecía la sangre de la víctima había escrita una palabra que para aquellos hombres no tenía sentido, eran incapaces de entenderla y supusieron que estaba escrita en un idioma extranjero o eran incongruentes, aun a pesar de que para escribirlas su autor se había entretenido en alinear bien las letras.

La policía había recibido un aviso de la empresa donde estaba empleado el hombre que yacía sobre la cama, en el sentido de que no había acudido a su puesto de trabajo, lo cual era extrañísimo, pues en quince años no había sucedido nunca y si por algo podía criticársele era por su puntualidad extrema.

Al llegar a su vivienda no había rastro de puerta forzada, así que la primera conclusión a la que llegaron, tras verificar que la puerta no había sido cerrada con llave es que la víctima debía de conocer a su verdugo. Claro que eso eran primeras suposiciones, a falta que vinieran el forense, los de huellas y el inspector al que deberían de asignarle el caso.

El cadaver estaba tumbado en la cama, desnudo, con un profundo corte en la yugular y un enorme charco de sangre envolviéndole la zona.

-La investigación va a ser costosa-dijo uno de los policías a su compañero, mientras se aprestaban a esperar que llegaran los compañeros de homicidios y el forense.

-Eso creo-fué la escueta respuesta de su compañero.

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