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Mostrando entradas de febrero, 2016
ESPERAS EN LA OSCURIDAD En la serena indulgencia que el oscuro páramo alumbra, sólo un canto de buho lo impregna del cándor sacro y la santidfad, se alzan las palabras tienas, en intérvalos de caricias, en homenajes de besos, en miradas de tiernas delicias. Se someten ellos, deshabitados de los harapos, para moistrarse en la desnudez hipócrita donde la mentira no engaña, en los confines de su compañía, la solitaria quietud de la agonía de embestirse cuerpo a cuerpo. ¿La agonía los acompaña? Las espinas de los rosales siembran la tierra de su sangre, el dolor del ultraje de estar, y el de no estar, ¡navegantes!, en mil bosques de oropeles. De entre las flores, rotas, mariposas recogen su polen para sembrarlo en el silencio. Clama la lluvia un trofeo, se resquebraja el rayo, azota la tormenta los cuerpos, la divina comedia del amor, donde sus estelares papeles mojan letreros de tinta, las huellas delatan la búsqueda, el camino marca la ruta. LUIS DE DIEGO AGUILA
DIALOGO CON UNA PROSTITUTA Siempre lo había deseado, desde que estuvo la primera vez en una casa de mujeres fáciles. El era joven, aun no había cumplido los veinte años...cuando fue con un amigo a una barra americana. Fue impactante conocer aquel submundo...tan lleno de mujeres de apariencia fácil y sin embargo sabiendo que eran mujeres, como otra cualquiera, con sus sentimientos, con una familia, caso de tenerla, capaces de amar y odiar como cualquier otro ser humano. No era un cotidiano de aquellos lugares. Ni siquiera eran sitios que le atrajeran especialmente. Pensaba que allí no podría encontrar nada que le interesara, ni siquiera un rato de sexo fácil. Su forma de ser no admitía eso, ni tan siquiera lo comprendía. Pero aquel día todo iba a ser diferente. Había estado comiendo con unos amigos y se encartó ir a un prostíbulo, en especial porque uno de ellos propuso pagar una copa en aquel lugar. Llegaron a media tarde, pasadas las seis. Solo él sabía donde estaba aquel lug
EL TELEFONO Cuando el teléfono sonó en aquella habitación de hotel barato, tal vez una fonda, un hostal, habitación pequeña al fin y al cabo, de reducidas dimensiones y con una mesita y una cama por todo mobiliario, aparte de un pequeño armario donde poder guardar la ropa y un televisor colgado del techo con bastante antiguedad, según pudo deducir al verlo y por sus características. Buenos, pues cuando el teléfono sonó, a ver si conseguimos salir de esta situación el hombre  que poblaba aquella reducida habitación se sobresaltó. Pareció cogerle de improviso el sonido del mismo y sin embargo ya llevaba varias horas esperando aquella llamada. -Diga-el sonido de su voz resultó grave, impñasible, como quien no parece tener sentimiento alguno, y quedó a la escucha del mensaje que iba a recibir. Escuchó durante un largo rato, tal vez fueran varios minutos, él no podría recordarlo tiempo más tarde al ser requerido al respecto. Cuando la voz, que parecía áspera e irritada al otro lado
SOMNOLENCIA El sueño comienza a maltratar a mis cavilaciones. Porque esta noche no puedo dormir. Mejor dicho no debo. El hijo de mi mejor amigo ha estado unos días en mi casa, pasando sus vacaciones y su vuelo de regreso, vive en otra ciudad, sale muy temprano, se tiene que embarcar a las seis y cuarto de la mañana, por tanto he tomado la decisión, tal vez torpe, de no dormir y esperar a que se marche para acostarme. No es algo que suela hacer demasiadas veces, lo de acostarm e cuando ya casi está amaneciendo. Pero reconozco que si suelo trasnochar hasta relativas altas horas de la madrugada. Es lo que tiene no tener ya que levantarte temprano al toque de diana del despertador para no llegar tarde al trabajo. Sólo cuando noto que el sueño me comienza a vencer, que suele ser todos los días sobre la misma hora, me voy rimbombante a la cama. Pero volvamos al inicio de esta historia. Tengo sueño y sé que no puede dormir. No sé que hacer: me podría tomar un vaso de agua, pero