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Mostrando entradas de 2017
NO BUSQUES ¡No! No busques tu mirada en los iris de mis ojos. No la encontrarás, en mis ojos sólo hallarás el cuerpo de mi delito: tu dulzura, tu amor, tu pasión . No busques en mi piel el sabor de tu perfume. Tu olor me pertenece y lo he escondido, íntimo, para sólo yo poder deleitarlo en las jornadas de lluvia. ¡No! No busques el sabor de tu sexo dentro de mis sueños. Porque ese sabor embadurna todos los poros de mi piel, cubre mi respiración y ahoga mi vida dentro de la tuya. No busques en mi la huida de la dulzura de tu sabor a miel. El rumor de tus aguas escala mi cuerpo y lo desangra, corta mis venas azules con bailes de salón. LUIS DE DIEGO ÁGUILA
SUFRIMIENTOS ¡Palpita! ¡Mi corazón palpita! Se remueve, se quiere salir de su ubicación, buscar aire donde lo encontrare, sea en la muerte o donde la vida se desviste. ¡Por fin ha dejado de rodar! Se ha detenido, ya no volverá a jugar ni a ser jugada, tosca herramienta, ¿cuantos lances habrá vivido en su vida? La suma de ellos resta la diferencia. Se ensañaron algunos a patearla, pretendieron dibujar efectos efímeros pero altamente deliciosos, imposibles dibujos de delineante. Miradas impávidas te han visto bocas callar. Y hoy, ¡por fin!, mi corazón palpita. Ya no perderemos la categoría, un nuevo proyecto se divisa a lo cercano, otra divisa que salvará mis pálpitos y arrancará la sonrisa de ya no sufrir por mi equipo. LUIS DE DIEGO ÁGUILA
LA CALLE DE LOS SUEÑOS II  El edificio de la Calle de los Sueños constaba de cuatro plantas con dos pisos por planta. Como los muertos habitaban en el segundo primero debería de interrogar el subcomisario a todos los habitantes del edificio para ver si podía recabar información que fuera trascendental para resolver el enigma. Por la mañana, temprano, a partir de las nueve de la mañana había citado a los vecinos de puertas pares. Comenzó por los de la cuarta planta. Eran una pareja joven y según manifestaron estaban trabajando los dos. Él era veterinario en una clínica del cercano pueblo de San Sebastián de los Reyes. Ella trabajaba de administrativa en un concesionario de automóviles que estaba situado a las afueras del pueblo. Poca cosa les pudo sacar ya que por sus trabajos pasaban todo el día fuera y los fines de semana, al ser jóvenes procuraban divertirse lo que no podían hacer durante sus días laborables. El vecino del tercero era un hombre de setenta años. Viudo desde hacía cua
LAS PALABRAS No sé, no comprendo como ruedan las palabras, tales como molinos al viento, empujadas por viejas astas que circundan sus significados. ¡Y vuelan en el viento! Las palabras se dejan arrastrar por la marea polvorienta de los vientos, afiladas hachas en la soledad. Se extiende, sí, se extienden por doquier la lengua humana hable algún idioma, no calle aquello que debería ser silencio entre melodías de música. ¡Y cada día son más! Las palabras avanzan inexorables, imbatibles entre los moldes de los caballeros de la guerra. Aún no inventaron su antivirus. LUIS DE DIEGO ÁGUILA
¡HA LLEGADO LA HORA! ¡Ha llegado la hora!, nuestros pasos se separan, los caminos se bifurcan en sendas que se buscan, anhelo de lo que hoy era y de lo que mañana será. Mas nuestros fantasmas seguirán nuestras huellas, siempre pegados a nosotros impidiendo que el viento o el agua las borren, inclementes, apartando las ramas, llamando al sol y la luna con voces armoniosas, dulces cantares de pájaro. Y nuestras huellas se buscarán insatisfechas, fe inquebrantable de volver a unirse en una sola pisada, en una sola senda, única, de rosas y lirios plena, primaveras que recordar, un nuevo viaje en la mente, nuevas aventuras en el horizonte. LUIS DE DIEGO AGUILA
LA ALFOMBRA VOLADORA Bullen, en cálidas calderas, las atribuladas ideas, nómadas que arrastran rebaños en peregrinaje de días que abrasan sus sombras, oasis de dunas en el camino. Las frías noches se alimentan, en el desierto, de historias que hipnotizan peregrinos, ¿dónde la fantasía, sino, se declaró enemiga de los estrellados cielos? Contaban los pastores, envejecidos por el desierto, el sol y la arena, sus románticas historias imposibles. Allí estaba la alfombra voladora y Aladino era su dueño y señor. Soñaban los niños y los peregrinos, dormitaban los camellos cerca del agua, caían las últimas brasas de la noche y tímidos rayos de sol apartaban frías arenas para entrever la alfombra voladora. LUIS DE DIEGO ÁGUILA

INSTINTO ANIMAL

INSTINTO ANIMAL El rugido resuena como una alarma, potente voz que hiere con su sonido, el drama que ahoga vidas en un rio que fluye caudaloso, pleno de remansos y puñales dispuestos a herir de muerte a los peregrinos inocentes, creyentes de quienes sienten el poder de la jungla. La manzana ofrecida por la serpiente llevaba su veneno, lascivo, sensual, humeantes huellas de conchas rotas en aquelarres de primaveras estrelladas. En el bosque las brujas danzan desnudas y los hombres son tiernos corderos en estruendosas manadas en estampida. El búfalo no perdona al león, el león persigue al búfalo y lo acosa, mientras las hienas, risueñas y felices, se sientan a esperar y degustar el festín. En el árbol el leopardo se agazapa con instinto de voyeur, tras la cerradura de las altas ramas y la sombra del sol. El cocodrilo nada, acechante, en el río. Sabe que su comida está en camino y más tarde o más temprano cruzará sus dominios, donde el milagro de los panes y los peces no cesará e