ASESINATOS EN OSLO VIII

La mujer con gafas de sol y un pañuelo tapándole el pelo pedaleó por aquel parque con tranquilidad, sin dirección ni rumbo determinado.

En los países nórdicos es una tradición montar en bicicleta, casi lo anormal es que alguna familia no disponga de una bicicleta por cada miembro de la misma.

En su lento pedalear iba fijándose en todos los detalles del parque. Los niños jugando, las madres que los acompañaban, sentadas en los bancos, charlando animadamente, los columpios donde los niños se montaban y se desmontaban constantemente, siendo sustituidos por otros en el momento en que se bajaban de los mismos.

También observó a las parejas de enamorados, sentadas en lugares más solitarios, donde los besos volaban de boca a boca, o las charlas, acompañadas de risotadas y guiños.

Sin embargo, nada de todo esto parecía llamar la atención de aquella mujer. Seguía pedaleando y mirando, como si nada le llamara la atención, mientras ella, interiormente se hacía una fotografía del lugar. Observaba todo, parecía buscar algo pero sin dar muestras de interés por nada.

Finalmente se fijó en un hombre sentado en un banco apartado. Paró la bicicleta y se quedó mirándolo fijamente a distancia. El hombre leía apaciblemente sentado un libro, sin prestar atención a nada ni a nadie.

Ella le prestó atención y mentalmente comenzó a analizarlo: "Un hombre solo. Todos los días está sentado en el mismo banco y a la misma hora con un libro. Nunca lo acompaña nadie, ni espera compañía. Aproximadamente unas dos horas".

Todos estos cálculos los hizo con rapidez inusitada y por fin se dijo: "Es hora de conocer a mi hombre solitario". Dicho esto agarró su bicicleta y se dirigió al lugar donde el hombre serguía su lectura.+

-Buenas tardes-lo saludó con jovialidad en el momento que llegó a su altura.

El dejó su lectura y la miró sorprendido antes de responder.

-Buenas tardes-contestó, mirando a la mujer.

-He observado que siempre estás aquí sentado, todos los días a la misma hora-continuó diciéndole ella deteniéndose delante de él-La verdad es que me ha llamado la atención.El la observó con detenimiento. Era un hombre de unos cuarenta años, bien formado, de complexión atlética. Tenía unos preciosos ojos azules, según pudo ver ella cuando la miró.

-Si, me gusta leer en este lugar-respondió él-Es un sitio tranquilo donde nadie viene a molestar.

Ella al oir la respuesta se rió alegremente.

-Hasta que he llegado yo-repuso jovialmente.

El también se rió al oir aquella frase, mirándola con ojos tímidos. Ella se sentó a su lado en el banco.

-Si no te importa me sentaré aquí a descansar un rato-le dijo-que ya llevo mucho rato pedaleando.

El no contestó, como si aceptara la situación y volvió a abrir su libro y retomando su lectura.

-¿Qué estás leyendo?-preguntó ella interesada.

-Un libro de un autor español-replicó-¿Conoces algo de la literatura española?-le preguntó a su vez.

-No suelo leer mucho, la verdad-dijo ella con aparente sinceridad.

-Mal hecho-contestó él-La lectura es una fuente enorme de cultura. Yo no sería nadie sin un libro en las manos. Me gusta conocer nuevas culturas, gentes, formas de pensar, etc. Este que estoy leyendo ha sido un best seller por medio mundo.

-Que interesante-aceptó ella-¿Es lo único que haces?

El se rió esta vez con una fuerte carcajada y la miró de nuevo con sus ojos azules, denotando un cierto interés por ella así como cierta alegría en la misma.

-A parte de sempiterno lector soy profesor de literatura en la universidad-le dijo.

Ella lo miró asombrada y quedó en silencio.

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