ESPERAS EN LA OSCURIDAD
En la serena indulgencia
que el oscuro páramo alumbra,
sólo un canto de buho lo impregna
del cándor sacro y la santidfad,
se alzan las palabras tienas,
en intérvalos de caricias,
en homenajes de besos,
en miradas de tiernas delicias.
Se someten ellos, deshabitados
de los harapos, para moistrarse
en la desnudez hipócrita
donde la mentira no engaña,
en los confines de su compañía,
la solitaria quietud de la agonía
de embestirse cuerpo a cuerpo.
¿La agonía los acompaña?
Las espinas de los rosales
siembran la tierra de su sangre,
el dolor del ultraje de estar,
y el de no estar, ¡navegantes!,
en mil bosques de oropeles.
De entre las flores, rotas,
mariposas recogen su polen
para sembrarlo en el silencio.
Clama la lluvia un trofeo,
se resquebraja el rayo,
azota la tormenta los cuerpos,
la divina comedia del amor,
donde sus estelares papeles
mojan letreros de tinta,
las huellas delatan la búsqueda,
el camino marca la ruta.
LUIS DE DIEGO AGUILA

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