DIALOGO CON UNA PROSTITUTA
Siempre lo había deseado, desde que estuvo la primera vez en una casa de mujeres fáciles. El era joven, aun no había cumplido los veinte años...cuando fue con un amigo a una barra americana.
Fue impactante conocer aquel submundo...tan lleno de mujeres de apariencia fácil y sin embargo sabiendo que eran mujeres, como otra cualquiera, con sus sentimientos, con una familia, caso de tenerla, capaces de amar y odiar como cualquier otro ser humano.
No era un cotidiano de aquellos lugares. Ni siquiera eran sitios que le atrajeran especialmente. Pensaba que allí no podría encontrar nada que le interesara, ni siquiera un rato de sexo fácil. Su forma de ser no admitía eso, ni tan siquiera lo comprendía.
Pero aquel día todo iba a ser diferente. Había estado comiendo con unos amigos y se encartó ir a un prostíbulo, en especial porque uno de ellos propuso pagar una copa en aquel lugar. Llegaron a media tarde, pasadas las seis. Solo él sabía donde estaba aquel lugar de los cuatro amigos. Ya había estado en alguna ocasión y no era, como escribía antes, un sitio al que le apeteciera ir. Ese día fue medio obligado, pues los demás no sabía la ubicación concreta. Se trataba de una casa particular, sin anuncios de ninguna clase que diera pie a pensar lo que había allí.
Cuando subieron pidieron una copa. Prontamente unas cuantas mujeres comenzaron a acercarse a ellos y a irse presentando. Todas ellas eran extranjeras, ninguna española. Hasta él se acercó una con cara de Latinoamericana y ciertos rasgos que delataban un cruce mestizo de indio y europeo, presumiblemente español. Poco a poco comenzaorn a hablar. Ella comenzó preguntándole lo más simple: como se llamaba. Ella decía llamrse Lucía y él le dijo que no la creía. Cuando ella, con cierto enfado le preguntó que porque no la creía, él le contestó:
-No es un nombre típico del lugar de donde vienes.
-Si que lo es-respondíó ella, mirándole con franqueza a los ojos.
El pudo advertir que esa mujer era diferente. No era la típica con la que había tropezado en las ocasiones en que había estado allí. Aquellas solo iban a que bebiera y a echar un polvo fácil que les hiciera ganarse su vida. Con tranquilidad ella le pidió que la invitara a una copa. El accedió.
-Traeme un Benjamín-pidió ella a la encargada de la barra.
Mientras bebían sus copas comenzó una conversación entre ellos. Era su gran oportunidad, la que había estado esperando durante años, la de conocer a una mujer de la vida por dentro. No su fachada exterior, la que veían todos los hombres que acudían a aquel lugar, sino la parte de dentro que nadie conocía.
Ella comenzó contándole que era colombiana, de Cali y que llevaba ya diez años en España. Su mirada, al hablar, no se separaba de los ojos de él. Tenía dos hijos de 20 y 16 años que desconocían a que se dedicaba su madre. Según le contó, por las mañanas se dedicaba a limpiar y por las tardes se pluriempleaba en ese negocio. Sus principios se remontaban al año 1.998 en que vino a España con la ilusión de una vida mejor, como tantos y tantos que habían llegado a este país. Comenzó a trabajar cuidando a una anciana de cabeza perdida y donde apenas ganaba unas 80.000 ptas, mensuales, con las que apenas tenía para mal vivir y enviar el dinero a su país para sus hijos. A través de una amiga se enteró del negocio que suponía la prostitución y decidió introducrise en él.
Pero aquello no le gustaba y se acabó volviendo a su país de nuevo. No fue por mucho tiempo, pues al año siguiente decidió volver a probar fortuna en España. Pero esta vez se venía con sus hijos. Hacía poco que hábía enviudado, tras una separación tormentosa algunos años atrás. Y volvieron sus calamidades. Cuidando personas mayores o limpiando no cubría las necesidades básicas de su hogar. No tenía otra alternativa que dedicarse al mundo de la prostitución si quería salir adelante. Se concienció de ello y encontró el lugar idóneo en aquella casa. Trabajaba por las tardes hasta las diez de la noche de lunes a viernes, lo cual le permitía ocultar su doble vida a sus hijos.
Le contó que no le gustaba aquiella vida, pero que no tenía otra alternativa. Que había muchos hombres a los que les gustaba el golferío, según sus palabras. Pero reconoció que era cierto que muchos de aquellos hombres lo hacían por insatisfacción, por timidez o por falta de cariño.
También se dio cuenta de que él no era de aquel tipo de personas. Era una mujer intleligente, o cuando menos lo suficientemente lista para entendeer la clase de hombres con los que se topaba. Le dijo que le resultaba odioso acostarse con un hombre con el cual no había mantenido una mínima conversación. Que no sentía nada haciendo el amor con ellos, con sus clientes. Se sentía vacía.
El finalmente le dijo que no se iba a acostar con ella. Ella tan solo, con una sonrisa de franqueza le pidió que la invitara a una copa, que por lo menos algo ganaría. el accedió a hacerlo.
Tras tres horas de conversación, finalmente, él decidió marcharse. Se dieron dos besos...y ella solo le dijo que esperaba verlo por aquel lugar en alguna otra ocasión. El sonrió y le dijo que lo dudaba, mientras se dirigía a la puerta.
• 19 de septiembre del 2008
LUIS DE DIEGO AGUILA

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