EL RELAMPAGO DE LA ETERNIDAD
Se abre el cielo,
las negras nubes
dejan lugar al amarillo
fuego del amanecer.
Largos y solaces
alargan sus cadenas
brazos candentes.
El negro se camufla
en extensiones de azul,
intenso y eterno,
lividinoso, escurridizo,
trapecista sin cuerdas
del amanecer dorado.
Entretelas de espuma
gotean las orillas,
mansas en la calma.
El vínculo se recrea,
dócil, errante, presto,
al donaire de su luz
entre cobardes oscuros,
la manta que transpira
flores de primavera.
Las lágrimas se derraman
en copiosas lluvias.
Opacos, turbios, llorosos
los ojos se desorbitan,
así fluye el relámpago,
hasta cicatrizar el pánico,
la efímera sonrisa de la vida,
el supremo grito de libertad,
el aullido que precede
a la explosión de la vida.
LUIS DE DIEGO AGUILA

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